Michoacán, mayor productor mundial de aguacate y origen de 85% del que se consume en Estados Unidos, sigue viendo amenazada su gran riqueza agroindustrial por el asedio del crimen organizado
México. – Mientras en Estados Unidos devoraban toneladas de guacamole para amenizar el Super Bowl, en Michoacán, la enorme huerta que produjo los aguacates, un militar desactivaba explosivos sembrados por narcos que hacen la ley en esta región de México.
En una carrera contrarreloj, ambos países han reactivado recientemente las exportaciones del fruto, suspendidas el 11 de febrero por Estados Unidos ante amenazas telefónicas contra uno de sus inspectores sanitarios en el estado de Michoacán, en el centro de México.
La fiesta del Super Bowl pasó y los envíos se reanudaron el 21 de febrero. Pero Michoacán, mayor productor mundial de aguacate y origen de 85% del que se consume en Estados Unidos, sigue viendo amenazada su gran riqueza agroindustrial por el asedio del crimen organizado, que saca tajada del negocio mediante robos, secuestros y extorsiones.
Casas baleadas, cultivos abandonados y minas antipersonas son parte del panorama en Aguililla, cuna de Nemesio Oseguera «El Mencho», jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), por quien Washington ofrece 10 millones de dólares de recompensa.
Con ventas por 2.800 millones de dólares en 2021, el aguacate es todo un botín para el CJNG -el más poderoso del país- y el cártel de Los Viagras, que además se disputan encarnizadamente esta zona estratégica para sacar droga desde la sierra hacia las costas del Pacífico.
Solo este mes, cuando se dispara el consumo por la final del fútbol americano, se exportan 140.000 toneladas de esta baya ovoide cuya pulpa verdosa tiene la textura de la mantequilla.
Nuevas medidas de seguridad, aún no detalladas, permitieron reanudar las exportaciones. El Ejército ya había ingresado a Aguililla a inicios de febrero, antes del incidente del inspector, sin usar la fuerza.
Desde entonces, los militares patrullan varios municipios de Michoacán entre los vestigios de los traficantes: agujeros de balas, barricadas y pintadas con las siglas «CJNG» en paredes, ahora barnizadas de azul.
Los delincuentes también dejaron minas de fabricación artesanal, práctica hasta ahora inusual en México y que refleja la escalada de violencia narco a la que se atribuye la mayoría de los 2.732 homicidios registrados en Michoacán en 2021.
A mediados de febrero, uno de esos explosivos mató a un hombre de 79 años. Unas 250 minas han sido localizadas durante el despliegue, dijeron militares a la AFP durante una demostración para desactivarlas.
En los caseríos de Aguililla, de 14.000 habitantes, se ve poca gente y por momentos parecen pueblos fantasma sofocados por temperaturas de casi 40 grados.
Algunos pobladores que asoman para airearse rehuyen hablar con la prensa. Los que acceden, temerosos, manifiestan su esperanza de que el Ejército se quede.
«Ojalá y que haya la paz, que venga la paz y esto no surja más adelante», comenta a la AFP un hombre de mediana edad que evita dar su nombre. Algunos escépticos creen que los criminales solo esperan agazapados a que el Ejército se vaya.
Con información de: AFP