El mercado orgánico de vinos resulta cada vez más interesante. Hoy, Argentina produce unos 8,5 millones de litros de vino orgánico

Argentina. – Sting, Brad Pitt y Angelina Jolie o Francis Ford Cóppola tiene algo en común: su propio viñedo donde producen vino orgánico. Pero no son los únicos. En la Argentina, este tipo de producción convoca cada vez a más interesados, tanto para producir una bebida sin agrotóxicos ni agentes que alteren artificialmente el proceso de elaboración como para llenar su copa y disfrutarlo. Y entre los paladares más exigentes que se suman a la tendencia, están los millennials.
Del lado de los productores, Alejandro Bianchi, nieto de don Valentín, o Ernesto Catena, hijo menor de Nicolás Catena, entre otros, son algunos de los exponentes de esta nueva generación, «rebeldes con causa» -como dice Bianchi- que quisieron romper el molde de una fuerte tradición vitivinícola y se animaron a abrirle paso a otro sistema de producción que responda a los nuevos paradigmas.
El mercado orgánico de vinos resulta cada vez más interesante. Hoy, en el país se producen unos 8,5 millones de litros de vino orgánico, que equivale al uno por ciento de la producción nacional de vino. Las botellas se consiguen casi exclusivamente en vinotecas y restaurantes con una variada carta de vinos.
Responden a la gama media y media alta: se pagan entre 75 pesos por botella y pueden llegar hasta los 2000 pesos. Pero el 98% de la producción se exporta, ya que en lugares como en Estados Unidos y sobre todo en países de Europa, estos vinos tienen una creciente demanda.
Casi el 80% se vende a países de la Unión Europea. La certificación nacional tiene validez en esos destinos (por ley los vinos orgánicos tienen que estar certificados como tales) ya que responde a los más altos standares de calidad.
El crecimiento de este segmento se registra año a año. El 17 de agosto, abrió sus puertas la tercera edición de la Feria de Vinos Orgánicos en un lugar único, La Botica del Ángel, que por su arquitectura laberíntica recuerda a las plantaciones de muchas de estas bodegas. El edificio, en Luis Sáenz Peña 541, en Montserrat, es la casa y botica de Eduardo Bergara Leumann, hoy convertida en museo y repletas de obras de Soldi, Berni, Minujin, manuscritos de Borges y Sábato y objetos de Gardel.
En las ediciones anteriores, participaron más de 1000 personas y se espera que este año la convocatoria sea aún mayor. Porque, tal como ocurre en el resto del mundo, esta tendencia que comenzó interesando sólo a los cultores de la vida sana, está atrayendo a los amantes del buen vino.
Superados los primeros prejuicios que aparecieron en el mercado sobre los vinos orgánicos, esto es que no eran buenos o que no eran vinos de guarda, hoy hay más de 35 bodegas en el país dedicadas a la producción orgánica y otras 16, que hacen biodinamia, que es una versión más sofisticada aún: además de no usar agrotóxicos y respetar los procesos naturales de la tierra y del vino, aplica una cierta filosofía ancestral, tomando como guía el calendario lunar y las mareas para decidir cuándo sembrar, cuándo regar y cuando cosechar, entre otras cosas.
Bianchi produce los vinos Buenalma y en su finca, Dinamia, hay animales sueltos y otro perfil productivo. Fue uno de los primeros en certificar sus vinos como orgánicos en el sur de Mendoza y pioneros en la biodinámica. Recientemente, ganó un premio internacional. Alejandro sigue el calendario lunar a rajatablas y si tiene que levantarse a las 3 de la madrugada para regar, no va a dudar en hacerlo. Suele decir que a sus vinos los riega la luna.
Algo similar sucede en la vida de Ernesto Catena, hijo menor de Nicolás Catena -del emporio Catena Zapata y heredero de uno de los apellidos más tradicionales de la vitivinicultura- que decidió abrirse camino propio y creó su propia bodega, Catena Vineyards, donde se producen exquisitos varietales procedentes de viñedos orgánicos. «Una finca con caminos anchos, bosques y plantaciones en forma de laberinto», recuerda este créateur de vins, como le gusta definirse.
Durante 15 años, Alejandro Bianchi trabajó como director de márketing en la empresa familiar, Bodegas Valentín Bianchi y en 2005, finalmente, se desvinculó. Su estilo de vida, la fuerte convicción de responder a una producción más sustentable con el medio ambiente y su visita durante varios años a distintas ferias internacionales -donde las bebidas naturales y orgánicas demostraban un gran potencial- definieron su futuro.
Transformó en San Rafael unas 25 hectáreas de su finca en viñedos de producción orgánica, sólo Malbec, y en 2009 presentó sus vinos en el mercado. En ese mismo año, la finca Dinamia es pionera en certificación biodinámica en Mendoza. Y dos años más tarde, en 2011, llega la primera botella de vino: Buenalma Rosé, de color tenue y brillante.
«Los vinos orgánicos representan sólo el 1 % del total de la industria, pero su potencial es enorme. En Estados Unidos y Europa le prestan cada vez más atención. Los millennials siguen de cerca la evolución de los orgánicos y los biodinámicos. Los consumen, los prefieren. En Nueva York son una fuerte tendencia, y eso marca un camino de crecimiento».
Con información de La Nación