Una empresa familiar ha logrado certificar el 100 por ciento de su producción bajo estándares orgánicos y de comercio justo como parte de una estrategia comercial basada en el cuidado de los trabajadores, los recursos naturales y el consumidor
Por Isabel Rodríguez*
México. – La pandemia por COVID-19 no solo puso en alerta máxima a los sistemas sanitarios en el mundo, también evidenció las profundas asimetrías sociales y económicas y amenazó los sistemas alimentarios,que son el cimiento de la salud.
Antes de la COVID-19, el hambre en el mundo seguía en aumento. De acuerdo con cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en2019, casi 690 millones de personas –casi una de cada diez personas en el mundo– pasaron hambre.
En el documento El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020, la FAO advierte que la pandemia puede llevar a otros 130 millones de personas en el mundo a sufrir de hambre crónica para finales de 2020.
Paradójicamente, al tener a la salud como eje de todas las decisiones, la pandemia benefició asegmentos del sector agropecuario como el de la agricultura orgánica, a partir de una mayor demanda de alimentos saludables.
Según cifras de la Organic Trade Association (OTA), en el segundo trimestre de 2020 las ventas de productos orgánicos frescos en Estados Unidos aumentaron 20% en relación con el mismo periodo de 2019. Asimismo, Nielsen México reportó que en el país la compra de productos orgánicos aumentó 53% durante la pandemia, a pesar de que el precio de estos es entre 30 y 50 por ciento más caro que el de los alimentos convencionales en puntos de venta como supermercados.
En este contexto, algunas empresas agrícolas buscaron en la coyuntura de la pandemia mecanismos para dar continuidad a una producción sostenible sin perder rentabilidad. Tales el caso de Covilli Brand Organics, empresa familiar dedicada a la producción agrícola desde hace más de 40 años y en el sector orgánico desde la década de los 90 del siglo XX.
La motivación principal para producir alimentos orgánicos fue llevar a los consumidores alimentos limpios, sanos, sin dañar a la gente que trabaja en su cultivo y al medio ambiente, explica el presidente de Covilli Brand Organics, Alejandro Solís Madrigal.
Con una experiencia previa como proveedor exclusivo de una de las compañías comercializadoras de orgánicos más importantes en Estados Unidos, la empresa comenzó a buscar un mercado propio en 1993 con una producción en un área de 20 hectáreas. Hoy, Covilli opera alrededor de 1,200 hectáreas, aunque no todas son para cultivos orgánicos, también se destina una parte a cultivos de rotación, contemplados en el proceso de producción orgánica. Asimismo, trabajan en 40 hectáreas de casas sombra e invernaderos.
En el Valle de Mexicali, Covilli fue pionera en obtener un distintivo en inocuidad y posteriormente, obtuvo la certificación orgánica para poder exportar. Hace cuatro años, la empresa sumó una certificación en comercio justo en su operación en el estado de Sonora, donde llegan a trabajar hasta mil personas durante la temporada alta del ciclo productivo.
Al respecto, Alejandro Solís apunta el impacto social de la certificación en comercio justo, ya que la mayoría de los trabajadores agrícolas provienen de comunidades indígenas del país. “El comercio justo es vital en las políticas de nuestra empresa porque buscamos que nuestros trabajadores conozcan el impacto de este reconocimiento y sepan que el compromiso con ellos es real. Esto nos ha permitido que cuando hay precios más bajos en el mercado, nosotros podamos dar continuidad a sus ingresos cubriendo las primas de nuestra bolsa”, explica.
La prima de comercio justo es una suma adicional pagada por los socios de mercado directamente a los productores y trabajadores para apoyar proyectos de desarrollo comunitario. De acuerdo con información de Covilli, cada prima se fija sobre la base de cada producto unitario.
Orgánicos, saludables y equitativos
Covilli produce todo tipo de calabazas duras, de verano, pepino, melón, col de Bruselas, chiles, tomates de especialidad, limón, piña, ejote y naranja, entre otros cultivos. Para cubrir la demanda, está asociado con productores de la región y de otros estados, como Veracruz, Yucatán, Sinaloa y Oaxaca.
Aunque toda su producción está destinada a EEUU y Canadá, la empresa inició este año la apertura del mercado mexicano en alianza con productores que, como ellos, comparten los mismos valores económicos y sociales.
“Cuidamos mucho nuestras alianzas porque producimos con alta calidad. Esto nos ha permitido establecer relaciones exclusivas lo mismo con grandes compradores que con grupos o cooperativas, que buscan tener certeza respecto al producto que van a ofrecer a sus consumidores”, destaca el presidente de Covilli Brand Organics.
Como parte de las acciones para acercar a sus compradores a la agricultura orgánica, la empresa organiza visitas al rancho de Covilli en Guaymas, Sonora. Estas visitas contribuyen a despejar las dudas respecto a si lo que se produce en México es realmente orgánico.
“Nos gusta contar nuestra historia a quienes nos visitan en el rancho, explicarles cómo trabajamos y que por sí mismos lo puedan constatar”, explica Iris Montaño, Directora de Marketing de Covilli Brand Organics.
Por ejemplo, las auditorías de comercio justo son muy minuciosas, duran entre tres y cuatro días, en los que (las entidades certificadoras) revisan documentación y realizan entrevistas aleatorias a los trabajadores sin que haya personal administrativo presente. “Para nosotros es muy importante explicar todos estos procesos a los clientes, porque como decía mi suegro (Terry Poiriez, fundador de Covilli Brand Organics): la etiqueta habla por nosotros”.
La empresa ha sumado a sus certificaciones los distintivos PrimusGFS – certificación que integra un programa deauditoría referenciado y reconocido por la Iniciativa Mundial de Seguridad Alimentaria (GFSI, por sus siglas en inglés)– y Primus Labs, además de las certificaciones locales que otorga en México la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) a través del Servicio Nacional de Inocuidad, Sanidad e Inocuidad Agroalimentaria (Senasica).
Lee el artículo completo en la edición 24 de Agro Orgánico: