Un huerto propio es una opción para tener acceso a una alimentación sana y libre de químicos; tomates, cebollas, acelgas y espinacas, son algunos de los cultivos con los que se puede iniciar.
Astrid Rivera
Cada día los consumidores son más consientes de los alimentos que comen, por lo que buscan productos más sanos, libres de sustancias tóxicas que puedan perjudicar su salud; en ese sentido, los huertos urbanos representan una opción para tener una alimentación más limpia.
Aunque vivir en la ciudad complica el tener un huerto propio, pero hay fórmulas que lo hacen posible, tanto si se opta por alquilar una parcela como por cultivar la propia casa o en el jardín, en el caso de disponer de él.
Para elegir el tipo de huerto a implementar es importante escoger un lugar de la casa cercano a una fuente de luz natural, así como el espacio que vamos a destinar a esta aventura. Los más comunes son:
- Huerto sobre el suelo: son posibles sólo si se tiene jardín o un pequeño espacio de tierra disponible. Ofrecen muchas posibilidades al disponer de mayor superficie.
- Huerto en mesas o cajones de cultivo: se pueden construir con materiales reciclados y ofrecen grandes posibilidades y facilidades. Asimismo, es posible acoplarlos fácilmente al espacio disponible y funcionan también como objeto de decoración.
- Huerto en macetas: cuando se tiene espacio en diferentes áreas de la casa, esta es la opción perfecta, ya que las macetas se pueden repartir y recolocar individualmente.
- Huerto vertical: aparte de ser una pieza decorativa muy de moda, son la alternativa perfecta para pisos con poco espacio disponible.
La opción más razonable es empezar con pocos cultivos, sencillos y de fácil mantenimiento, y poco a poco ir ampliando su cuantía y diversidad, teniendo presente que hay ciertos cultivos que se pueden cultivar durante todo el año, pero la mayoría son de temporada. Entre los más fáciles para empezar están: zanahorias, espinacas, acelgas, perejil, fresas, tomates, cebollas, entre otros.
La siembra se puede hacer directamente en el emplazamiento definitivo de la planta, o en un semillero para protegerla en las primeras fases de desarrollo. Muchas veces esta última opción es la recomendable, no solo para proteger las plantas, si no para distribuir mejor el espacio y luego trasplantarlas cuando tienen cierto desarrollo.
Una vez tangamos elegido los tipos de cultivos que queremos, es también importante la elección del abono y el fertilizante, así como descartar productos que contengan químicos y velar por la seguridad, por lo que incluso ciertos abonos ecológicos recomiendan su aplicación con guantes y gafas protectoras, entre otros elementos de seguridad. Es fundamental seguir la dosis y periodicidad de aplicación que aparezcan en las instrucciones de cada producto.
El riego puede ser tanto manual, como por goteo programado, lo cual dependerá del tiempo disponible y la preferencia de cada uno.
La cosecha hay que efectuarla en el momento oportuno. Algunos frutos, como el tomate, se recolectan cuando están maduros, pero otros, como el pepino o los calabacines, hay que recolectarlos antes de que maduren.